Sin saber muy bien hacia dónde va, ni con quién va, ni por qué va, sin importarle mucho siempre que sea hacia delante, hacia delante, hacia delante, siempre hacia delante. Javier Cercas, "Soldados de Salamina".

miércoles, 9 de febrero de 2011

Destino

La última vez que nos encontramos estaba parado delante del edificio más alto de la ciudad. Miraba detenidamente hacia las alturas y como el día estaba soleado, entendí que se fijaba en aquel ático que debía tener unas vistas impresionantes sobre la ciudad.

Rafael tenía barba de varios días y el pelo no estaba en su sitio; el levante no era excusa: era uno de esos días extraños en que los vientos se toman una tregua antes de seguir golpeando con fuerza esta isla.

Nos abrazamos, no olía a limpio. Nos hablamos y su aliento me remitió a taberna de primera hora de la mañana, la que pone una ginebra junto con el café sin que lo pidas. Sus ojos, más bien su mirada tuvo un atisbo de alegría para luego caer en una inconfundible tristeza que ya no le abandonó durante los quince minutos siguientes,  en los que desfilaron tiempos pasados y tristes presentes....no os aburriré reseñando una más de tantas historias de equivocaciones y errores propios y de los demás.

Sí me llamó la atención que me hiciera partícipe de sus planes más inmediatos cuando todavía le estaba preguntando por su mujer y sus hijos: vendería el piso y con lo que le quedara después de pagar la hipoteca se marcharía a Santo Domingo a empezar de nuevo con un bar de copas.

Me quedé con las ganas de preguntarle por otras alternativas, por otros negocios más cercanos a sus conocimientos de perito industrial, por algún trabajo en el que pudiera utilizar los conocimientos y experiencia adquirida tanto tiempo en los astilleros. No me dejó hablar: dos años y medio después de la reconversión y con el paro agotado y una edad entre la juventud que permite contratos de becario y la jubilación, no admitía alternativas.

Me dejó con mal sabor de boca, trasladándome la amargura de su expresión y la tristeza de sus palabras.

Rafael siempre fue un optimista impenitente, por eso no pensé en que su quietud delante del gran edificio pudiera significar otras cosa que su admiración por una obra de ingeniería bien ejecutada. No le di más importancia y seguí con mi camino.

Todos estos pensamientos me golpearon de repente una mañana al abrir el Diario. Una gresca en la portería de aquel edificio cuando lo que el portero definió como un mendigo alcohólico quiso entrar sin explicar dónde se dirigía...fue expulsado de la entrada no sin antes haber congregado a una multitud de paseantes-mirones-desocupados y por supuesto a la Policía Local.

Intenté saber de Rafael, quizás por la mala conciencia que me agobió al pensar en nuestro anterior encuentro y por el poco tiempo que le había dedicado. Sin resultados. Imposible saber de el , ni en su casa ni en comisaría ni en el bar que frecuentaba...Las últimas noticias de los parroquianos del barrio era que había cogido una pequeña mochila y se le había visto andando por la salida de la ciudad en dirección al norte.

Quiero creer que se encontró a sí mismo,  a aquel que cuando era un joven impetuoso acuñó un lema que nos definía: Siempre Adelante...por eso estoy seguro que si viajo y encuentro a alguien a pie o a bicicleta por las cunetas será ese alguien que busca su destino sin saber muy bien hacia dónde va, ni con quién va, ni por qué va, sin importarle mucho siempre que sea hacia delante, hacia delante, hacia delante, siempre hacia delante.

Miguel Ángel.

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