Sin saber muy bien hacia dónde va, ni con quién va, ni por qué va, sin importarle mucho siempre que sea hacia delante, hacia delante, hacia delante, siempre hacia delante. Javier Cercas, "Soldados de Salamina".

miércoles, 16 de marzo de 2011

Jabón

Ahora ya se que el jabón es un proceso químico que consiste en mezclar ácidos grasos con sosa cáustica, el resultado de esta saponificación es el jabón más glicerina...lo dice la wikipedia.

En los años ´60 y me imagino que todavía en algunas aldeas remotas, el jabón no se compraba en la tiendas. Teniendo a mano la grasa de cerdo sobrante de la matanza del invierno, solo había que añadirle la misma sosa cáustica que se utilizaba para desinfectar.

El proceso consistía en volcar en un barreño la cantidad adecuada de grasa, la sosa apropiada y empezar a darle vueltas con una pala de madera. El procedimiento llevaba horas, lo hacían entre varias mujeres de la misma calle que se ayudaban entre ellas y no se podía dejar de batir la mezcla para conseguir un jabón sin grumos y razonablemente útil.

En cierta forma, era una pequeña celebración de mujeres que se reunían hoy en casa de una, mañana en la de otra y así hasta que todas tenían unos cuántos kilos de jabón, que luego utilizarían tanto para uso personal como para limpiar los suelos, los platos, las manchas de las camisas y toda la ropa de los niños.

En esa “fiesta” estaban vedados los hombres, se hacía desde por la mañana, cuando estos estaban trabajando y solo se admitía de vez en cuando una visita de los niños, a los que se les invitaba a darle vueltas con la pala a aquella mezcla, al principio maloliente, y que poco a poco tomaba una textura pastosa parecida a unas gachas...hasta cierto punto: también dicen los químicos que sin calor no se consigue un jabón transparente, pero eso era demasiado sofisticado en aquellos tiempos y lugares.

Aquel año, como tantos otros,  me acerqué al corro de mujeres que en el cuarto al final de pasillo charlaban mientras una de ellas daba vueltas frenéticamente a la mezcla. Sabía por otras ocasiones que se trataba de un proceso de relevos: cuando una se cansaba era sustituida en un orden acordado informalmente.

Aquel día, me extrañaron varias cosas: una, desde que yo estaba jugando en el pasillo siempre había sido la misma la que batía el preparado; dos, la energía en el batido lejos de disminuir había ido en aumento; tres: las voces de las vecinas eran inusitadamente bajas, casi murmullos; cuatro: no había risas.

Me acerqué con la pelota en la mano y miré a aquellas mujeres que mantenían la mirada fija en el bidón. Al unísono,  todas menos la que daba vueltas con la pala, callaron, me miraron de forma torcida y cuando con un cierto susto estaba por dar la vuelta, Sole, que batía y batía me miró con los ojos pequeños y entornados: ...¿quieres hacer jabón?...

No pude negarme, el barreño empezó a ejercer sobre mí una atracción insana por momentos, solté la pelota en el suelo, me acerqué lentamente y casi sin dejar de dar vueltas a la mezcla, Sole pasó la pala a mis manos mientras las suyas me acariciaban el pelo.

Mientras un silencio helado recorría la habitación y un escalofrío mi espina, noté que aquellos grumos eran los más espesos que había visto nunca, lo noté por el esfuerzo que tuve que hacer para dar vueltas a aquella masa.

Miré a mi vecina Sole, rigurosamente enlutada, que solo acertó a decirme: sí, está difícil, es que era un cerdo muy cerdo....
                                                                                                                 Miguel Ángel

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